martes, 20 de septiembre de 2011

La Voz contra La Academia: el casting es todo






Me presento, soy René Franco. Mi experiencia para hablar de este tipo de shows es la siguiente:

1) Conductor y co-creador del programa El Recreo, para las Academias 1 a la 3, de TV Azteca.
2) Conductor suplente del programa Camino a la fama, para La Academia 1 y 2, de TV Azteca.
3) Integrante de Big Brother VIP, para Televisa.
4) Ganador de Buscando a Timbiriche VIP, con el equipo Exa, para el programa Buscando a la nueva banda, de Televisa.
5) Juez del programa Me quiero enamorar, para Televisa.
6) Finalista del "Karaoke de las estrellas" en el show Pequeños Gigantes, de Televisa.

Les doy estos datos porque en este país todo mundo friega con cosas como: "¿Y tu quién eres para opinar?"

Pues bien, es posible que nadie haya jugado tantas diferentes posiciones en los reality shows de México. Con esa experiencia les digo: 100% está en el casting, los reality shows funcionan o fracasan por la calidad de sus concursantes.

Los Big Brothers que fracasaron estaban llenos de niños fresas sin hambre de triunfo. Las Academias que funcionaron tenían buenos cantantes. "Me quiero enamorar" palideció porque sus integrantes jamás tuvieron empatía con la audiencia.

El casting es todo. Y si no lo creen, les apuesto que el rating minuto a minuto reventó ayer, cuando apareció Óscar, un conserje de Zacatlán de las Manzanas, que canta igualito a Pedro Infante en La Voz México. El programa está bien hecho, pero sobre todo, tiene un talento tras otro desfilando frente a la pantalla.

No se necesita tener a la gente en medio de una tragedia, ni inventar sorpresas en vivo, ni poner a todo mundo a votar en mensajes de celulares para cobrar por cada llamada. Más aún, ni siquiera se necesita que el show esté en vivo para que la audiencia se siente los domingos a ver la tele: lo que hace grandes shows como American Idol, Britain's Got Talent o The X Factor, son las personas. Las Susan Boyle, pues. El ama de casa o el señor de la papelería que cantan como los ángeles. En ese sentido, La Voz trajo luz a la televisión dominical de este país.

La Academia: TV Azteca en un hoyo miserable

Si no hay talentos, entonces hay mentiras. Hay que empujar un cadáver sin apoyo.

En La Academia casi nadie canta. Hay un "alumno" llamado Gil y una "alumna" llamada Lizbeth que son prácticamente los únicos que pueden aspirar a una carrera como cantantes. El resto son un relleno. Están en el show por look, o por razones estrictamente televisivas. Hay hasta una mujer llamada Tadeo, que jamás habría ganado ni un concurso de karaoke.

En La Academia mienten todos; hasta en las estaciones de radio afiliadas. Es terrible oír y ver a tantas personas vendiendo algo que no existe, como si realmente estuvieran trabajando para crear estrellas. Eso no es cierto (no lo sería ni siquiera si hubiera talento, porque los contratos que firman los "alumnos" les impiden desarrollar el menor intento de carrera).

Peor aún: la decadencia de La Academia se hizo evidente con el estreno de La Voz. La Academia, en su versión actual, está muerta.

Pero no cuesta nada...

Es mucho más caro hacerlo mal. Sigo rogando para que Azteca deje de hacer cochinadas y se convierta, por fin, en competencia para Televisa. Por el bien de la televisión, los artistas y el público, urge. Pueden y deberían. A casi 20 años de haber empezado transmisiones, no debería haber un solo pretexto. Nada justifica que siga pareciendo que están "aprendiendo" a hacer televisión.

Colofón para el mundo que empieza. Muchos me han preguntado por qué no he hecho comentarios del asunto del espionaje contra Carlos Loret de Mola. Algunos insisten en que me tiraron "línea". Por ello les recuerdo mi primera columna en callemexico.com, del 15 de agosto del 2010. La pueden leer aquí: http://callemexico.com/node/61. No tengo que romper mi propia política por el tamaño del personaje involucrado. La única pausa que he hecho en esa decisión fue con una nota del cantante Kalimba. La explicación está en esta columna del 22 de mayo del 2011: http://callemexico.com/node/3964. Que quede claro: lo que muchos están publicando apenas hoy, lo publicamos en este diario hace más de un año. No más explicaciones.

Columna publicada originalmente en http://www.callemexico.com

Twitter: @KermitFranco

Email: rfranco@callemexico.com

martes, 6 de septiembre de 2011

Peter Pan, Incendios, Rojo, Si nos dejan: hay de dónde...

Obras variadas, interesantes. Se dice que hay crisis en el teatro, pero en la Ciudad de México hay resurgimiento. Algunas obras padecen por falta de público y otras dejan gente en las calles. Revisemos cuatro:

Rojo: la tragedia del vacío



“Horror Vacui”. Conocí ese término en una lectura filosófica. Después me lo imaginé nuevamente al ver Rojo en el Teatro Helénico. Ahora me entero que es un término usado en pintura. “Miedo al vacío”. Llenar hasta el último resquicio de ausencia. Como en el barroco: la hiperconstrucción de una obra que admite sólo el mínimo espacio para definirse.

En pocas palabras: “¿lo que vemos vale más por lo que tiene o por lo que carece?” Sin el espacio vacío, ¿cómo podríamos definir nada? Si todo está “lleno”, entonces está nuevamente vacío... Vacío de vacío.

Explica esto es una cosa... ¿Pero llevarlo al teatro a través de la historia del pintor expresionista Mark Rothko y su discípulo? Eso ya es arte. Tal es el logro de los productores Guillermo Vijers y Juan Torres, al elegir a Víctor Trujillo y Alfonso Dosal y ponerlos en manos de Lorena Maza. El resultado es aterrador. Se ve el abismo y al fondo del abismo, la nada. Rothko lo sabe, y en lugar de huir de ella la persigue, hasta quedar, en sí mismo, pletórico. Qué ironía... Lleno de vacío. Pero ese es Rothko. Y como no puede definir la nada, la llama negro. La confronta contra su espejo, el joven discípulo Ken. “¿Qué ves ahí?”, le pregunta. Y lo atormenta. Hasta que él ve rojo. “¡Negro!”, le responde.

Aquí hay que aplaudirle al escenógrafo e iluminador Jorge Ballina, quien entiende que el verdadero viaje de Rothko es hacia la luz. Porque una vez ahí ya no hay ni siquiera vacío. Ni “todo”. La mente ha sido aniquilada y sólo queda la luz. O como decía Marcial Alejandro: Luz... “que nunca sobre, para que apreciemos a la noche/ Que al llegar profunda, monte a pelo/ ¿Pa’ qué más profundidad?”

Y todo esto, por el precio de un boleto.

Rojo: Jueves a domingo: Teatro Helénico. Avenida Revolución 1500. Ticketmaster.

Peter Pan: el sueño y la pesadilla de Morris Gilbert


No sé si esa era su idea, y estoy seguro que a él no le gustará comparar sus propias producciones, pero Peter Pan es la mejor. Morris Gilbert demuestra en este montaje que puede hacer teatro de este nivel. Para él y su ego -que es mucho- todas son grandes creaciones, pero no es cierto. No como Pan. Esta vez el casting es perfecto, la adaptación es ideal, el diseño de iluminación, la producción, el trazo escénico... Todo está en su lugar y el espectador con experiencia y buen gusto se va a sorprender y emocionar. La pesadilla de Morris Gilbert es que el público mexicano no tiene ese buen gusto, y él, en buena medida, ha contribuido a ello.

No es una sorpresa para los espectadores de las obras de Ocesa ver a los personajes hablando como si estuvieran subidos en un pesero de la ruta Apatlaco-Toreo. En lo personal, abandoné el teatro cuando vi a Velma Kelly (el personaje antítesis de Roxie Hart en la obra Chicago) abrir el segundo acto con un estruendoso “¿Qué onda, gueyes?” Las obras están abaratadas, y por lo tanto, cuando se hacen bien, el público no está preparado.

Pero eso no pasa en Peter Pan. Sorprendentemente, es un montaje exquisito, con sabor británico; original, alejado de la versión de Disney, en el que queda claro que el villano es Peter, no Garfio. Debo aplaudir hasta a Jaime Matarredona, a quien siempre consideré un director de tráfico y no de escena. Esta vez, ahora sí, este equipo creativo-industrial se estiró hasta llegar al cielo.

Mención aparte para Lolita Cortés y Adrián Uribe. Y para Marcela Guirado, quien hace a Wendy. Ahí hay un talento enorme. Sabremos mucho, pero mucho más de ella.

Peter Pan. Teatro Telmex 1, Cuauhtémoc 19, esq. Chapultepec, Ticketmaster.

Incendios: todos de pie Karina, todos de pie...


 La gente se queda afuera; muchos ya lo saben y compran sus boletos con anticipación. Incendios se había montado bajo el auspicio del Gobierno del Distrito Federal en una corrida modesta a la que asistió Diego Luna. De ahí a la sociedad con el actor, al Foro Shakespeare, y a la publicidad que los convierte en uno de los grandes fenómenos del teatro en México.

Un “tour de force”, además, para Karina Gidi, depositaria indiscutible de buena parte de los aplausos de pie que la gente brinda cada función.

Incendios, de Wajdi Mouawad, es la historia de una mujer que, al morir, le deja dos cartas a sus hijos. Una para su padre y una para un hermano perdido. Ambos viven y los muchachos no lo sabían. Eso no es lo peor: la mujer dejó de hablarle a sus hijos durante siete años y se fue llena de secretos, habiendo sembrado oleadas terribles de rencor en su descendencia. El director, Hugo Arrevillaga, eligió contar esta historia en un escenario rectangular que transcurre a bordo, abajo, encima y alrededor de una mesa transformable  que a veces es prisión, oficina de abogado, campo abierto, salón de clases o zona de guerra. Y funciona. Auda Caraza y Atenea Chávez, las diseñadoras de este gran escenario, también están entre las que reciben los aplausos de pie.

Lo más interesante, sin embargo (al menos para mi) es el público que acude: chamacos universitarios, actores, señoras de Polanco, familias, niñas fresas, niñas jipis... Y a todos, Incendios les dice algo. No sé si por el tema de la violencia que nos tiene en estado de psicosis, si por la presencia de un elenco para tantas edades (destaca Jorge León quien, se le nota, será famoso tarde o temprano) o porque realmente es una historia universal.

Demasiado ficticia para mi, y evidentemente  dispareja en el nivel de sus actores, pero un éxito, que ni qué. Y un momento crucial en la vida de la actriz Karina Gidi. Para ella, el silencio con la boca abierta. Mejor lleven ramos de flores, porque van a querer dárselas cuando termine la función.

Ya alguien debe habérselas recomendado. Súmenme a esa lista.

Incendios. Foro Shakespeare, Zamora 7, Col. Condesa, Ticketmaster.

Si nos dejan: pues no, no nos dejan


Si nos dejan no es una comedia musical; es una brillante instalación visual de Jorge Ballina, aderezada con música ranchera de todas las épocas, a veces bien orquestada y a veces no.

Pero como sólo es un espectáculo visual, se comete una de las grandes traiciones al espectador: confundir los géneros. En una instalación así, el espectador tiene que tener la capacidad de elegir cuánto tiempo le dedica a cada una de las propuestas visuales. La relación con la obra requiere una mayor vía de doble sentido que en el teatro.

En el teatro, el espectador no decide sus tiempos de interacción: está ahí para que le cuenten una historia. Si no hay historia, entonces hay secuestro. Durante dos horas, lo tendrán esperando que ocurra algo, sin una verdadera retribución.

Ese es el caso de Si nos dejan, un espectáculo de Jorge Ballina, mal escrito por Manuel López Velarde. Han pasado más de 100 años de cine y más de 50 de telenovelas como para que a este señor se le ocurra revelar que los personajes son hermanos después que tuvieron sexo, no antes. Por esa estupidez, todo lo demás no cuadra; no tiene sentido que la protagonista no se suicide; o que no le de una culpa masiva al estilo Edipo y que intente por lo menos sacarse los ojos. Por lo tanto, la “historia” se deforma al grado de que hay que resucitar muertos e inventar estupideces para medio acabar de cumplir las dos horas y meter un ejército de canciones, como le gusta al autor.

Un concierto como del Restaurante Arroyo, que sólo es buena en las calmadas. Y a cada paso, una solución visual más brillante de Jorge Ballina. Pero nada más. Es como cuando uno mentía en la escuela y el castillo de mentiras crecía y crecía hasta que se caía estrepitosamente. A esto me refiero cuando digo que Morris Gilbert se come su propia cola: en un teatro, lo más brillante que le he visto. En el otro, sus mismas necedades. Así las cosas.

Si nos dejan. Teatro Telmex 2, Cuauhtémoc 19, esq. Chapultepec, Ticketmaster.

Colofón para el mundo que empieza. Ayer empezó Iniciativa México. De una vez les digo que creo en el proyecto. Me da el mismo mal semblante que a muchos cuando veo cómo muchos políticos se cuelgan de él, pero después de hablar con el director del Colectivo Marabunta, uno de los ganadores del año pasado, me queda claro que es más fácil criticar que hacer. Y estas personas hacen. No estaría nada mal que viéramos estos proyectos con mejores ojos, siempre.

Coulmna publicada originalmente en http://callemexico.com

Twitter: @KermitFranco

Email: rfranco@callemexico.com