domingo, 31 de diciembre de 2000

The Wall Live: ¡Consigan boletos!

No sé que deban hacer para conseguir boletos, porque están agotados. pero consíganlos. The Wall Live resume todos los deseos adolescentes de lo que debería ser un gran concierto de rock.

Roger Waters no sólo lo ha montado de nuevo, sino que lo ha puesto al día. El espectáculo no sólo está vigente, tanto en su discurso como en su realización, sino que supera, con mucho, a cualquier otro concierto de rock que se haya visto antes.

No creo estar exagerando. Pude verlo en Dallas el domingo y ya estoy listo para tomar otro avión este fin de semana y verlo de nuevo. Ya espero con ansiedad las tres fechas en el Palacio de los Deportes. El lunes próximo lo reseñaré en http://www.callemexico.com, pero no quise dejar pasar la oportunidad de decirles esto y compartir con ustedes unas fotos de esa noche en Dallas.

Les insisto: ¡consigan boletos! Nunca habrán pagado por un mejor show en sus vidas. Ahora, la columna de esta semana...

La red social: nos vemos ahí, en tu pantalla...

Dallas, Texas.- A media película uno se aburre. Tal vez por la elección de los guionistas y el director de centrar la historia en dos demandas contra el creador de Facebook, Mark Zuckerberg. O tal vez porque ninguna de esas dos demandas lo amenazó realmente.

Sí se siente molestia en el personaje, pero nunca miedo. Más bien Zuckerberg se aburre porque sabe que ninguna de esas demandas lo va a tumbar, y que aunque le quiten 100 millones de dólares, el control de Facebook está asegurado desde los términos iniciales de la compañía. Entonces nos preguntamos: ¿a mi qué me interesa ver la historia de un nerd misógino y solitario que abandona hasta a su único amigo, no para hacerse millonario, sino para hundir a gusto su vida entera en los laberintos de internet?

Ah. Eso era. Y el director Fincher (Seven, La habitación del pánico, El Club de la pelea) lo sabe: La Red Social, que se estrena próximamente en los cines de México es acerca de nosotros, una generación que no logra tener una vida social a menos que haya un intermediario anónimo. Una camada de la humanidad que pasa la mayor parte de su tiempo pegada a una pantalla.

Tal vez Azcárraga Jean tenía razón cuando declaró en una convención de publicistas que el mundo hoy es rectangular. Lo vivimos a través de la tele, las computadoras y los teléfonos celulares. Estamos enchufados al maya del que hablan los budistas; a la unidad del Apocalipsis. Hacemos millones de "amigos", pero no tenemos ninguno.

Ahí es donde la historia de Zuckerberg y Facebook cobran sentido. Vivimos en la mente de un antisocial que creó una red que unió al mundo. Pero su éxito se basa en la incapacidad de relacionarnos socialmente. Lo que el director Fincher tiene planeado para ustedes es mostrar que las mayores ventajas de Facebook en el mundo real (encontrar viejos amigos, provocar reuniones familiares) nunca fueron pensadas por su creador. Y que este espacio de convivencia virtual fue diseñado a partir de la inhabilidad social, no al revés.

La película tiene una especie de efecto retardado: aburre en el cine, pero se pega en la mente. Uno sigue pensando al salir en este personaje solitario que entendió muy bien las necesidades de su entorno en escalas geométricas.

Piénsenlo ahora mientras leen esta columna en el internet y escuchan esos soniditos que les indican que les están llegando mensajes, fotos y conversaciones que ustedes podrían estar teniendo en un café, frente a la personas que les están llamando desde otro lugar en su misma oficina. Personas con la que muchas veces sólo "platican" en Facebook.

La Red Social, de David Fincher, los va a poner a pensar. Y no, no es una película muy divertida.

Regresa Mercurio... Les dije que era el fin del mundo

Ya sólo falta el reencuentro de Viruta y Capulina. Me llegó el fin de semana un correo electrónico festejando el regreso del grupo Mercurio, que inició con la reunión de algunos de sus exintegrantes en un restaurante.

Qué padre. Es hermoso ver a unos buenos para nada que nunca tuvieron habilidades para la música anunciando que regresan para destrozarle los tímpanos al mundo. Y es igualmente hermoso pensar que aún hay personas dispuestas a pagar por verlos.

En serio... ¿hay alguien que haya estado esperando el reencuentro de Mercurio? Digo, yo no iría al reencuentro de la Señorita Cometa, si eso fuera posible. Y ya ni siquiera se me ocurrió la pésima idea de ir a ver otra vez a Kiss. ¿Será que estas señoras están realmente tan urgidas de que regrese su pasado que están dispuestas a ver a sus ídolos convertidos en unos señores que tampoco cantan ni bailan, y además ya se ven como bolsas de pan?

No nos hagamos. Mercurio jamás vendió música; vendió cuerpo. Y ahora esos cuerpos están muy parecidos a los de los maridos que las señoras tienen en sus casas. Entonces... ¿qué puede animar esta idea y cómo podría ser que resultara un buen negocio? ¿A quién se le ocurrió, más aún después del fracaso del reencuentro de Garibaldi?

Por lo menos, anticipo muchas carcajadas. Mías, al menos. Supongo que el fin del mundo es así...

Colofón para el mundo que empieza. ¿Hasta dónde se puede perfeccionar el entretenimiento? ¿Sus posibilidades son tan infinitas como el Universo? Lo digo porque vengo de ver a los Vaqueros de Dallas contra los Leones de Detroit y el estadio parece salido de uno de esos cuentos del futuro que leíamos en la primaria. Si eso tiene mejoría, no veo para dónde. O tal vez sea que el mundo sí se va a acabar (total, ya regresa Mercurio). Me despido porque ya me voy a ver The Wall, de Roger Waters, en la arena American Airlines de esta ciudad texana. El show llega a México en diciembre. Les cuento la semana que entra.

Columna publicada originalmente en http://www.callemexico.com
Twitter: @KermitFranco
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