miércoles, 28 de julio de 2010

Creo que ahora entiendo: soy más de izquierda que AMLO

El discurso en el que López Obrador lanzó su precandidatura para el 2012 me hace pensar muchísimo en las diferencias que tengo con él.

Para el ahora precandidato, formo parte del "complot" en su contra. Me queda claro. Pero por lo menos en lo que a mi respecta, no hay tal complot. No digo que no lo haya habido en las cúpulas del poder, pero ese es el juego de la política casi por definición. Y para entender eso basta leer a los clásicos. Pero no para mi. Simplemente no creo en sus propuestas, ni en lo que él llama un proyecto "alternativo de Nación".

Por ejemplo; AMLO propone asistencia universal para adultos mayores y personas con discapacidad. Yo propongo asistencia y seguridad médica universales para todos. Los canadienses, los ingleses y los europeos lo tienen. Es un asunto de economía simple: una población saludable es mucho más productiva. Y además, de esa manera, no se puede secuestrar la asistencia social como si se tratara de un regalo de los políticos en el poder.

Creo también en una tasa impositiva mucho más alta que la que ahora tenemos. Y lo creo por una sola razón: no soy un santo, ni me creo un ser superior. Pero no soy un hombre corrupto. Pago mis impuestos, y no acepto sobornos, no los ofrezco, y pago mis multas en caso de cometer alguna falta.

Creo que deberíamos pagar tasas impositivas de por lo menos 40 o 45 por ciento de nuestros ingresos. Y creo que ese dinero debe formar parte de un bien común. Si logramos ver ese dinero en las calles y en los servicios colectivos, será dinero muy bien empleado.

Creo en la riqueza colectiva; no acumulo dinero en grandes cantidades, ni necesito coleccionar casas y coches para sentirme satisfecho con el producto de mi trabajo. Creo en la igualdad de las personas desde el punto de vista jurídico. Creo en elevar el nivel de la educación como un vehículo para elevar el nivel no solamente de las condiciones de vida, sino su disfrute.

Creo en la propiedad pública. Creo que cada uno de los servicios administrados por los gobiernos debe ser para todos y no sólo para unos cuantos. Entiendo el valor de la República y entiendo las diferencias profundas entre el espíritu de los revolucionarios franceses y sus herederos ideológicos más influyentes, los fundadores de la República que dio origen a los Estados Unidos -personas como Thomas Jefferson o Benjamin Franklin- y los políticos empachados de sus frutos que hoy sojuzgan al mundo y que nos han heredado, entre muchas otras cosas, sus guerras sucias.

Pero por lo mismo, no soy un nacionalista. No creo que los mexicanos, por el simple hecho de serlo, debamos dejar de venderle petróleo al exterior y comenzar a refinar gasolinas, porque no tenemos la habilidad, ni hemos tenido la voluntad de aprender a hacerlo bien.

De hecho, ni siquiera creo en la gasolina o en el petróleo como fuentes adecuadas de energía para el año y la tecnología que existe a nuestra disposición como humanidad. Fundamentar una plataforma política en el petróleo me parece ridículo y arcaico.

No creo en las guerras como el único sistema evolutivo de la sociedad.

Creo en la igualdad de oportunidades, pero a diferencia de AMLO, quien desde ahora es uno de mis precandidatos (porque todos lo son), creo en el individuo. Por eso no acepto que todos deban ir a las universidades y a las preparatorias como si eso debiera ser una garantía. Porque de ser así, quedaría instantáneamente eliminado el incentivo de la superación personal. Si entrar a estudiar y obtener un título universitario es un derecho "a priori", entonces todos seremos igualmente mediocres.

Creo en el fin de la corrupción y creo que se requiere un enorme espíritu de solidaridad con las personas que nos rodean; no para eliminar todas las diferencias, sino para que a través de ellas encontremos las herramientas para poder crecer y procurar aquella famosa "búsqueda de la felicidad", que nunca termina, y que no surge de Hollywood, sino precisamente de aquellos revolucionarios que desde su vocación antimonárquica en Francia proclamaban "Igualdad, Legalidad y Fraternidad". Y creo que la parte más importante, que integra ese concepto como algo posible, es precisamente la Fraternidad.

No tengo nada personal contra AMLO. De hecho, trabajo todos los días para no tomarme nada a personal.

Soy, en todos estos sentidos, mucho más de izquierda que él.

Y me frustra ver que una popularidad como la que él ha manejado, implica una verdadera oportunidad para el cambio. Y que no la usa. En cambio, escucho un discurso viejo, ausente de las necesidades y los corazones de un país que ya cambió y que no se parece en nada al de la Expropiación Petrolera de 1938.

Creo también en el intercambio de las ideas y sí, estoy perfectamente consciente que vivimos en un mundo (no solamente un país) lleno de canallas. Pero no estoy aquí para pelear con sus armas, sino para preguntarle a todos y cada uno de ustedes (desde este blog con en menos de mil suscriptores y habiendo cambiado mi decisión de publicar en la prensa escrita por hacerlo en este medio de comunicación): ¿no creen ustedes que todos y cada uno valemos lo mismo o más que el presidente o un candidato? Yo creo que sí. Y esa es la base de una liberalidad bien entendida. Yo creo que todos valemos igual.

No veo esa vocación en ninguno de nuestros políticos. Ninguno.

Riqueza colectiva, espíritu, fraternidad y revaloración del individuo como motor de la sociedad. Sólo así pueden romperse los vínculos que convierten, por sistema, a la izquierda o cualquier otra ideología, en una dictadura. Aquí abajo hay espacio para sus opiniones. Cierro con puntos suspensivos...






martes, 27 de julio de 2010

Y ahora... mi primera queja contra el Ipad

Tenía que suceder. Mi reseña del Ipad se borró. Y aquí me tienen, escribiendo de nuevo. Ahora les cuento la secuencia, que resulta muy interesante.


El navegador Safari del Ipad es una de las razones por las que me convencí de darle una oportunidad a Macintosh. Y también por ello decidí hasta ayer mantenerme firme en mi decisión de usar la plataforma de Windows, con la computadora más portátil de sus socios, una miniVaio de Sony.


Pero resulta ser que en el Safari del Ipad se pueden hacer incluso transacciones seguras de, por ejemplo, bancos. Y eso ayudó a convencerme de cambiar por un Ipad. Sin esa característica, la refulgente estrella del mundo Mac seguiría, como su prima el Iphone, perteneciendo al reino de los juguetes. Pero acabo de aprender algo: no se puede editar este blog desde ahí. El Safari tiene bloqueadas varias funciones (incluyendo la de entrar a Hotmail, por ejemplo). Ciertas páginas, como este blog, también funcionan a medias.


Así que compré un "App" llamado Blogpress, que parece solucionar el asunto. Ahí se puede redactar, "envíarlo" a Blogger, y al entrar a este sitio, publicar la entrada. Lamentablemente, confié en que podía borrar mi texto en el "App" y lo hice.


Pues bien, se borró la reseña, ya publicada, de este blog.


Eso quiere decir sólo una cosa. Mi blog y el "App" están ahora casados de por vida. No puedo liberar espacio allá, o desinstalarlo para usar un programa nuevo o mejor, o corro el riesgo de perder una de las grandes ventajas de publicar en un sistema de hipertextos como Internet: guardar la memoria y el acceso histórico a todas las entradas.


A eso me refiero cuando digo que Macintosh es un sistema necio. Windows sigue teniendo un sistema más abierto, a pesar de lo que digan todos sus detractores. Y Mac no "copia" las bondades de Windows por la terquedad de ganar a cualquier precio la totalidad del mercado, y hacer que todos nos rindamos ante su plataforma operativa.

Así que aquí me tienen, una vez más, tecleando.


La entrada que escribí y publiqué hace unos instantes está irremediablemente perdida. Permítanme ver si logro rescatar ante la imposibilidad de recuperar todo mi texto, ciertas ideas generales:


Me rendí ante el Ipad.


No pensaba comprarlo. Pero una vez puestos mis dedos encima, ya no pude dejarlo. Es simplemente hermoso, rapidísimo, increíblemente operativo y placentero por todas partes.

Además, ofrece por primera vez, cosa que el Iphone no hace, soluciones para las personas que hacemos negocios: cierta compatibilidad con las herramientas de Office, por ejemplo.


Hace muchos años no veía ni trabajaba con un gadget tan emocionante.


Pero por otra parte, sigo creyendo que hay auténticas lagunas de terquedad en el sistema Mac. Por ejemplo, no poder seleccionar bloques exactos de texto, ni usar funciones de "copiar" y "pegar" en todos los programas. Para los que editamos video, por ejemplo, es simplemente fantástico poder copiar textos en Word y pegarlos en Vegas, sin mayor problema. Por su parte, las aplicaciones de Macintosh ofrecen soluciones que aunque muy atractivas visualmente, son muchas veces ridículamente complicadas en la parte operativa.

Además, hay una necedad en no agregar flechas en los teclados que puedan ayudar al cursor a delizarse sobre los textos. Tanto el Iphone como el Ipad necesitan que uno ponga los dedos encima, para que aparezca una especie de lupa. Y la precisión cuando uno está escribiendo es muy limitada, sobre todo si uno está acostumbrado a hacerlo a cierta velocidad.

Nada de esto me detiene de seguir usando el Ipad. Tiene programas "simbióticos" con Office, así que trataré de atravesar estas dolorosas curvas de aprendizaje, para aprovechar la belleza del Ipad. Y quiero saber qué tanto me obstuye su navegador.

Quiero reiterar y dejar muy en claro que nada se parece al Ipad; que por mucho que Windows quiera acercársele, va a pasar por lo menos un lustro antes que el imperio de Bill Gates logre superar su gigantesca inmovilidad y deje de ofrecer soluciones que a veces parecen obsoletas.

Sin embargo, he aquí una de las consecuencias. Y tan bonita que me había quedado mi anterior entrada.

Supongo que así es esto de la interactividad. Debo agradecerle al Ipad, sin embargo, mi gusto por volver a escribir este blog. Gracias por su paciencia.