martes, 25 de octubre de 2011

Guadalajara 2011: la gran lección televisiva





Para la televisión mexicana, los Juegos Panamericanos de Guadalajara han sido como los Juegos Olímpicos para la tele gringa. Hay tantos mexicanos participando y ganando, que les ha sido posible enfocarse en las competencias.

El error de los años recientes en la cobertura de los Juegos Olímpicos, es que Televisa y TV Azteca han creído que la competencia es televisiva, no deportiva. Por ello no es extraño ver comediantes, reportajes, viejas buenotas y comentaristas en lugar de atletas, arqueros, basquetbolistas o ciclistas. Los Juegos Olímpicos parecen el show de Omar Chaparro, Montserrat Olivier y Eugenio Derbez.

¿Buscamos rating, verdad? Pues basta y siempre ha bastado con los juegos. Y si no hay mexicanos, hay estrellas de otros países que siempre encuentran la manera de colarse en el corazón de la audiencia. No es necesario inventar un espectáculo por encima de las competencias.

Tal ha sido la lección de los Juegos Panamericanos de Guadalajara. Están increíbles, emocionantes, divertidos. Y sí, llenos de mexicanos compitiendo y ganando, lo cual hace más sencillo elegir donde poner el foco. Pero ese foco no se pierde cuando los mexicanos no son las estrellas. Todo es cosa de tener esa maestría que durante años estableció José Ramón Fernández, para llevar a las pantallas el drama, la alegría, la tristeza, el orgullo y el éxtasis que inundan un acontecimiento deportivo de esta importancia.

TVC Deportes y TDN, una vez más la televisión de paga, han llevado la batuta. Queremos ver los juegos, y a los comediantes como accesorio, no como producto central. No está mal acordarse de eso antes de que enciendan el pebetero olímpico en Londres.

Misery: más de lo que ves




La versión teatral de la novela de Stephen King revela detalles insospechados. La famosa película con James Caan y Kathy Bates es aterradora, pero siempre parece la confrontación entre una parte luminosa y una parte oscura del Universo. El escritor Paul Sheldon es secuestrado por una fan, y obligado a escribir una novela en la que revive a su propio personaje, Misery Chastain.

La secuestradora, Annie Wilkes, es una mujer perturbada, asesina, que vive a través de ese personaje. Si Misery muere, Annie muere. Así que no lo acepta, y obliga a Sheldon, al borde de la tortura, a hacer lo que exige.

Admito que no creí que Itatí Cantoral pudiera darle vida a Annie Wilkes. No me imaginé que me pudiera llevar al terror y la desesperación que Kathy Bates le imprimió al personaje. Pero lo hace. Itatí es, como lo dijo su compañero de escena Damián Alcázar, un descubrimiento. Su compromiso con el personaje es absoluto. Alcázar, disciplinado, actorazo, le pone todos los balones, uno tras otro, para que Itatí los remate. Ella, por su parte, perfila su primer "tour de force", uno que -de concretarse en estas semanas- podría pavimentar su camino como gran primera actriz.

Itatí y Damián Alcázar son una de las grandes parejas teatrales de este 2011. Eso hará que el Foro Chapultepec, que el sábado en su segunda función estaba al 70%, se llene cada vez más hasta que la gente se quede en la calle porque se acabaron los boletos. Es cosa de las recomendaciones de boca en boca, que ya vienen.

Regreso al asunto de los detalles insospechados: Annie Wilkes es una co-creación de Paul Sheldon. Por lo tanto, es su responsabilidad. Annie está, como Misery, esperando que su creador la libere, la mate. Pero no le es suficiente morir de manera mediocre como el autor propuso en su última novela. Tiene que morir en apoteosis. Tiene que ser endiosada, amada. Annie y Misery al mismo tiempo. Una y la misma, al autor se le aparece su creación personificada en su captora. Liberarla es liberarse. De eso se trata la historia. De una pareja que no logra decirse adiós a tiempo y que para separarse debe ofrendar algo a cambio. Ambos deben salir mutilados. Para Sheldon, perder a Misery es como perder una de sus extremidades. Debe doler.

Tal vez esta brillantez escénica no se habría logrado, de no ser por la visión y la dirección, siempre precisas, del gran Antonio Castro, un director que hace su salto al teatro netamente comercial con la misma suerte del gran artesano, de pie, conservando su fuerza de artista ante un medio diferente. Palabras más y menos, el que es perico donde quiera es verde. Castro es verde, es perico, y un gran director.

Misery está en el Foro Chapultepec de la Ciudad de México. Se anuncian 10 semanas. Lo mejor es que usen una de ellas para hacerse presentes. Es por su bien.

Colofón para el mundo que empieza. Va en serio del Festival OTI. Ya los líderes de la Sociedad de Autores y Compositores han sido incluidos en este proyecto de Arturo Velasco, Roberto Gómez Fernández y Luis Mario Santoscoy. Tienen que estar los grandes y los nuevos. Quiero ver a Yuri, Emmanuel y Yoshio. Y quiero ver ahí a Mario Domm y Sandra Echeverría. Y, ¿por qué no?, a Yuridia o Myriam. El OTI es importante, si se hace bien. De que viene, viene.

Columna publicada originalmente en http://www.callemexico.com

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jueves, 13 de octubre de 2011

Los Simpson deberían morir





Luz verde a las temporadas 24 y 25 de Los Simpson. Que se arreglaron con los actores de doblaje por un 30% menos de sueldo, respecto a los 8 millones de dólares anuales que cobraban. Lástima. Estaba seguro que de ésta Los Simpson no saldrían vivos...

20 de enero de 1989. Sale Ronald Reagan de la presidencia de Estados Unidos. 17 de diciembre de 1989. Comienzan los Simpson. Los gringos estaban cambiando, o eso creían. Después de los Simpson, a los republicanos les quedaba un período presidencial antes de Clinton.

Los Simpson representan una época de finales del siglo pasado, en la que a la gente le dió por la experiencia neo-molierana de verse en el espejo más realista que pudieran soportar.

Esa fue la labor de Los Simpson; mostrarle a la América Reaganiana que su fortaleza neoliberal era un mito, que haber ganado La Guerra Fría, tirado a la URSS y derribado el Muro de Berlín, los había dejado convertidos en unos viejos panzones, imbéciles, iletrados, cheleros, malos trabajadores y malos padres, con hijos lejanos, desobligados, pagados de sí mismos, e interesados en todo menos estudiar.

La radiografía resultó fiel y poderosa; tanto, que el público le hincó el diente y la convirtió en la serie favorita de todo el país. Y como los gringos dominan la cultura del mundo, no pasó mucho antes que el resto de la humanidad mordiera el anzuelo. Por supuesto, no faltaron los que dijeron que Los Simpson estaban tratando de acabar con la familia, promoviendo "malos" valores; pero como siempre la realidad superó a los eternos retrógradas y terminó escupiéndoles en la cara nuevos productos que aprovecharon la puerta que abrieron Matt Groening y James L. Brooks. No pasó mucho antes que llegaran South Park y Padre de Familia.

Pero hoy, Los Simpson...

La verdad es que los Simpson hace mucho dejaron de ser chistosos. Creo que su burbuja se ponchó con el estreno de su película en 2007, que si bien recaudó más de 500 millones de dólares en el mundo, jamás logró estar a la altura ni de las expectativas que generó, ni de lo "alternativo" e "inteligente" de la serie.

Los Simpson ya no tienen nada qué decir. Su fórmula -mostrar la miseria de las familias occidentales para al final defenderlas con un discurso de amor y comprensión- es repetitivo. Y ha sido ampliamente superado por otras series más actuales y realistas. De hecho, es notorio un capítulo de "Padre de Familia" donde el personaje Stewie canta: "siguen haciendo Los Simpson a pesar de que hace años no son chistosos".

La pregunta es, ¿por qué los estudios Fox hacen tanto para que la serie continúe? Yo estaba a punto de publicar otra cosa; pensaba que este escándalo de los sueldos de los actores era un pretexto para matar la serie. Creí que Fox no quería que Los Simpson se fueran sin usarla para darle un mensaje a Seth Macfarlane y otros colaboradores: "somos capaces de cancelar una serie antes que pagar sueldos exorbitantes". Y para sus inversionistas: "hicimos todo lo posible para defender el producto, pero nos vimos rebasados por las circunstancias".

Palabras más y menos, pensé que la Fox se estaba cubriendo el trasero ante una realidad cada vez más evidente: Los Simpson, simple y llanamente, ya no interesan.

O eso pensaba. Aunque no sé; hagan ustedes la prueba en casa: ¿cuántos en su familia dejan de hacer algo para ver Los Simpson? ¿Hace cuánto que TV Azteca no arma un maratón de la serie para subir el rating? ¿Se acuerdan cuando hasta Fox competía con la tele abierta en México por los nuevos episodios?

Hoy no. Creo que Los Simpson huelen a viejo. Y deben morir. Sin embargo, el arreglo para que sobrevivan parece indicar otra cosa. En serio... ¿ustedes aún los ven? Porque a mi me parecen aburridísimos. Abajo hay lugar para sus comentarios.

Colofón para el mundo que empieza. Demonios, cómo disfruté "Gigantes de Acero", con Hugh Jackman. Algunos creen que hacer una gringada de éstas es muy sencillo, pero a todos ellos los reto: inténtenlo. No. Estas gringadas, cuando están bien hechas, son sencillamente insuperables. Películas como "El campeón" o "Karate Kid". Así es "Gigantes de Acero". ¿Quedó claro? ¡Peliculón! Ya dije.

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martes, 4 de octubre de 2011

México, la falacia más cara del mundo


Despilfarramos el dinero en elecciones estúpidas. No puedo creer que le dediquemos tanto esfuerzo a ver contender a las personas que administran el dinero para ver quién gana el poder de administrarlo. No hay ideologías reales o sustentables en esa idiotez; sólo es un asunto de niños chiquitos a ver quién se queda con el tubito mágico que lo legitima como presidente.

Es como si en una empresa, el dueño permitiera que sus empleados se gastaran toda la nómina en elegir al gerente general. Y que esos mismos empleados, en lugar de hacer su trabajo, dedicaran todo su día a la “contienda”. Con su dinero.

En esencia, el mal está perfectamente planteado: ¿cómo confiar que esas personas van a hacer buen uso de los recursos que administren si desde ahora los usan sólo para sus planes? Nos lo disfrazan, eso sí: “es por tu bien”; “te va a convenir”; “mi plan es necesario”, pero en realidad todo ello no es más que palabrería. Carísima, vacía.

Me largué 15 días. Resumen de viaje: la única nota de México que vi trascender en los periódicos de Estados Unidos, Gran Bretaña y España, fue una en el Financial Times acerca del asesinato de “La Nena de Laredo”, una mujer que coordinaba redes sociales para denunciar crímenes en la frontera. (El Times, por cierto, es leído por personas poderosas que deciden dónde poner sus inversiones. Su diario les muestra la temperatura de esos posibles sitios de inversión.)

La única nota. Y no creo que sea un complot, o que sólo se fijen en la violencia de este país. Es simple y llanamente, que lo que hacemos acá no tiene la menor importancia.

Fuera de las fronteras de México, Andrés Manuel López Obrador, Ernesto Peña Nieto, Marcelo Ebrard, o la Vázquez Mota no existen. Felipe Calderón, apenas. No son nada. No son ni los políticos ni los candidatos de un país que vaya a equilibrar o desequilibrar nada. Pero aquí todos, a su manera, refrendan la presidencia imperial de la que habló Enrique Krauze: se sienten la última Coca-Cola fría del desierto antes de darse cuenta que están en el desierto.

Se nota muchísimo al salir y regresar: el mundo de México es ficticio. Es una invención hiperbólica que existe principalmente en los diarios, la radio, y la televisión. De ahí se instala en la mente de las personas. En ese momento, y no antes, cobra gravedad, importancia. Pero no es una importancia real. Yo los invito, una vez más, a ver a estas personas como lo que son: subproductos de un ego nacional muy mal entendido. Nosotros los estamos inventando y reinventando; pero si quisiéramos, no tendrían la menor importancia simple y sencillamente porque en la realidad no la tienen.

En más o menos nueve meses vamos a votar. Pero por unos señores (o señora) que simple y sencillamente deben administrar nuestra riqueza común. De aquí a entonces, lamentablemente, ellos(a) van a abusar de esa misma riqueza queriendo ganar el puesto. Yo los invito de nuevo: réstenles poder. No vean tantas noticias, no crean que uno de ellos es Supermán; no se afilien a ninguna facción. Sólo voten por aquel(la) que piensen que va a hacer mejor su trabajo y nos va a dejar trabajar en paz. No por ídolos para tirarlos seis años después cuando no estuvieron a la altura de expectativas tan irreales como la postura de cuasicaudillos que nos están vendiendo. Tiene que pasar, y va a pasar tarde o temprano. Sólo les digo: cuánto antes, mejor.

¿Qué les digo de Capulina?

Pues nada. Realmente nada. Tal vez “Joy joroy joy joy joy joy”. El hombre cuidó tanto su imagen, que jamás supimos nada de él, o sus luchas, sus fracasos, sus pleitos. Él vivió y murió como El Rey del Humorismo Blanco. No tengo nada más que decir que descanse en paz. Y tal vez ver una de sus movies con Viruta (porque su serie de televisión era horrible). O, no... Esperen; también les pido que vuelvan a publicar “el Capulinita”. Era perfecto para ciertas situaciones de la vida, como esperar en una terminal de autobuses. Por la atención a la presente, gracias.

Colofón para el mundo que empieza.
A Los Caifanes les urge un cambio de look. Es una gran oportunidad para tener nuestra primera gran banda de rockeros clásicos, que se vean increíbles. Vean a los Rolling Stones: tienen una imagen tan cuidada, tan profesional, que parece completamente casual. Mis Caifanes tienen una imagen tan casual, que no parece profesional. ¡Venga, mi Saúl y compañía! ¡Aprovechen el regreso a rock stars para traer look matador! Nunca hay que dejar de hacerle homenaje a los Rolling.

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